Marin Marais Alcione. Tragédie lyrique

Jordi Savall, Le Concert des Nations

32,99


Última gran «tragedia en música» del reinado de Luis XIV, Alcione, es un espectáculo total en la encrucijada de los siglos XVII y XVIII de donde procede la fuente mitológica, su alabanza a la gloria del soberano, la exigencia literaria y la vocación de espectáculo donde compiten coreografía y movimientos escénicos. Jordi Savall, redescubridor de la obra de Marais, revive esta libertad creativa para la primera producción teatral de Alcione, en París desde 1771.


Un espectáculo total

Última gran «tragedia en música» del reinado de Luis XIV, Alcyone o Alcione, como se menciona en la edición de 1706, es un espectáculo total en la encrucijada de los siglos XVII y XVIII. Del siglo XVII procede la fuente mitológica, el prólogo a la gloria del soberano, la exigencia literaria y la vocación de espectáculo donde compiten coreografía y movimientos escénicos; del siglo XVIII anuncia la profundidad de unas emociones vividas por personajes más sensibles que heroicos y la expresividad de la orquesta encargada de envolverlas con un auténtico decorado sonoro.

Construida, como toda tragedia en música, con un prólogo y cinco actos, Alcione es concebida por un joven libretista de éxito, Antoine Houdar de La Motte, y por el violista más famoso de la época, Marin Marais. El magnífico retrato de este último realizado por André Bouy fue objeto de una amplia difusión por medio del grabado. A la edad de casi cincuenta años, Marais acababa de ser nombrado para el prestigioso puesto de batteur de mesure en la Academia Real de Música (o, para decirlo en términos modernos, director de la Ópera de París). El estreno de Alcione el 18 de febrero de 1706 fue un acontecimiento tanto para él como para la institución, instalada desde 1673 en el teatro del Palais-Royal, entonces residencia del duque de Orleans (donde se ubica el actual Consejo de Estado), y con unas dimensiones similares a las de la actual Salle Favart.

En 1706, hacía diecinueve años que había muerto Jean-Baptiste Lully, el antiguo director de la Ópera, y la situación de la institución se había vuelto precaria. En Versalles, la devoción había sustituido desde hacía tiempo los placeres. Bajo la influencia de Madame de Maintenon y Bossuet, el monarca se reconcilió con Roma antes de arrastrar a Francia a la larga guerra de Sucesión española. Sólo raramente se interpretaron las nuevas óperas en la corte, y no necesariamente con la presencia del propio rey. La precaria economía del primer espectáculo público del reino llevó a los poseedores del privilegio de la Ópera a subcontratar su gestión: un director y comanditarios. El repertorio se abrió a los sucesores de Lully y a nuevas fórmulas líricas. Hacía diez años que la ópera-ballet, un género de entretenimiento ilustrado por Colasse y Campra, cosechaba grandes éxitos.

Luis XIV no asistió al estreno de Alcione, por más que el prólogo (de rigor en ese género oficial) celebre su poder. Como desde hacía más de cincuenta años, el rey es representado bajo la apariencia de Apolo, que triunfa sobre Pan cantando a la paz: «Amable Paz, […] / feliz cien veces el vencedor que sólo se arma / para darte al universo». Apolo ordena entonces «que un hermoso espectáculo señale [su] victoria» y que las musas representen la historia de los Alciones, divinidades que velan por la paz de los mares… una paz tan útil para la prosperidad de la marina francesa.

Los cinco actos desarrollan en cinco cuadros la historia de los Alciones, o más bien, de sus padres, extraída del libro XI de las Metamorfosis de Ovidio, fuente de la temática de numerosas óperas contemporáneas. Se presenta a Ceix, rey de Traquis en Tesalia e hijo de Fósforo, el dios que trae la luz, y de Alcíone, hija de Eolo, dios de los vientos. A imitación de Alcestes, Armida, Dido y muchas otras, el nombre de la protagonista da nombre a la ópera y guía a los espectadores por un laberinto de pasiones menos políticas y más íntimas que las pasiones masculinas contemporáneas. Hija de un dios que manda sobre los elementos, ancla la obra en el medio marino, una elección juiciosa en un espectáculo que, en la época barroca, debe a los ingenieros y las técnicas de la marina su carácter espectacular (estructuras teatrales, máquinas escénicas, mecanismos para mover los decorados).

El público muy mixto la Ópera no necesitó el respaldo real para quedar seducido desde la primera noche por los decorados creados por Jean Bérain y por la notable interpretación que dirigió el compositor en persona. Por el escenario evolucionaron los mejores cantantes y bailarines de la compañía, y en el foso brillantemente iluminado, como lo estaba entonces toda la sala, tocó la mejor orquesta de Europa. Reunió a una cuarentena de músicos en su mayor parte reputados como solistas e incluso como compositores. Inventiva, colorista, variada, la partitura suscitó tanto más entusiasmo por cuanto que Marais supo deslizar en ella un personaje de ópera ya popular, Peleo, amigo y a un tiempo rival desdichado de Ceix, y al menos un aire popular, transformado en coro para los marineros en el acto III. Las ganancias eran casi un 60% superiores a otras veladas cuando Alcione figuraba en el cartel.

Las reposiciones de Alcione en la Ópera dan fe de un éxito duradero, incluso cuando la naturaleza de los espectáculos líricos se transformaba en esa misma época en provecho de la danza, la variedad y el entretenimiento. En 1719, 1730, 1741, 1756, 1757 y 1771, las «reposiciones en escena» no excluyeron los arreglos ni los cortes; el prólogo fue el principal perjudicado, pero la fiesta marina y sobre todo la tormenta siguieron siendo obligados. La tormenta fue integrada en una reposición de Alceste de Lully en 1707 y citada por Campra en Les fêtes vénitiennes en 1710… Prueba de un inmenso éxito popular, ciertas reposiciones fueron acompañadas de parodias: Fuzelier firma L’ami à la mode ou parodie d’Alcione en 1719 para los actores y marionetas de la Foire Saint-Germain; y Romagnesi escribe en 1741 una Alcione paródica para el Théâtre-Italien.

Si la tormenta cosecha un éxito especial es por su habilidad a la hora de representar la naturaleza desenfrenada «escondiendo el arte por el arte mismo», como ambicionará también Jean-Philippe Rameau, es decir, utilizando todos los recursos de la música culta para traducir el caos de los elementos. Con esa sinfonía descriptiva, Marais promueve una nueva visión de su arte: no sólo la música lo puede pintar ya todo, sino que no debe para ello prohibirse nada, ni nuevos instrumentos, ni modos de interpretación inéditos. Las puertas que Marais abrió a los músicos ya no se cerrarán nunca.

Esa libertad creadora y ese arte de los encantamientos son los que hace revivir Jordi Savall al frente de su Concert des Nations, que toca con instrumentos de época, y Louise Moaty, con la complicidad de Raphaëlle Boitel, para la primera producción escénica de Alcione en París desde 1771.

AGNÈS TERRIER

Opéra-Comique, París, abril 2017

Traducción: Juan Gabriel López Guix

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