HENRICUS ISAAC
Hespèrion XXI, Jordi Savall, La Capella Reial de Catalunya
17,99€
Esplendor del Renacimiento humanista
antes de la Reforma protestante
Con la edición de esta nueva grabación dedicada a Heinrich Isaac en recuerdo del quinto centenario de su muerte, ALIA VOX quiere rendir homenaje a unos de los mayores compositores del Renacimiento. Heinrich o Henricus Isaac, como vamos a llamarlo, nació en Brabante, pero pasó buena parte de su vida viajando por Europa, desde su Flandes natal hasta la corte de Borgoña, Austria y luego Italia y Alemania. Invitado por Lorenzo el Magnífico, se instaló en Florencia (1485), ciudad que ya no abandonaría a pesar de sus viajes y donde se convirtió en un miembro muy admirado y querido de la corte de los Médicis. Algunos años después del fallecimiento de Lorenzo el Magnífico ocurrida en 1492, se convirtió también en el principal compositor de la corte del emperador Maximiliano I de Habsburgo (1497), cargo que ocupó hasta su muerte sin dejar de viajar libremente y residiendo la mayor parte del tiempo en su casa de Florencia.
HENRICUS ISAAC
Esplendor del Renacimiento humanista antes de la Reforma protestante
Con la edición de esta nueva grabación dedicada a Heinrich Isaac en recuerdo del quinto centenario de su muerte, ALIA VOX quiere rendir homenaje a unos de los mayores compositores del Renacimiento. Heinrich o Henricus Isaac, como vamos a llamarlo, nació en Brabante, pero pasó buena parte de su vida viajando por Europa, desde su Flandes natal hasta la corte de Borgoña, Austria y luego Italia y Alemania. Invitado por Lorenzo el Magnífico, se instaló en Florencia (1485), ciudad que ya no abandonaría a pesar de sus viajes y donde se convirtió en un miembro muy admirado y querido de la corte de los Médicis. Algunos años después del fallecimiento de Lorenzo el Magnífico ocurrida en 1492, se convirtió también en el principal compositor de la corte del emperador Maximiliano I de Habsburgo (1497), cargo que ocupó hasta su muerte sin dejar de viajar libremente y residiendo la mayor parte del tiempo en su casa de Florencia.
Isaac fue un compositor extremadamente prolífico e innovador que nos ha dejado una de las producciones musicales más importantes de su época y siempre se distinguió por el dominio absoluto del arte del contrapunto y la polifonía. Un arte que siempre supo desarrollar de modo sublime, tanto en su obra religiosa como en la composición de canciones profanas o de música instrumental. Coincidimos con Anton Webern en que sus composiciones, comparables por su absoluta maestría del contrapunto con las de otros ilustres compositores flamencos como Pierre de la Rue, Jacob Obrecht y Josquin des Prés, se diferencian claramente de las de sus contemporáneos gracias, según escribió Webern en 1906, a «una vivacidad e independencia de las voces que los supera con creces» en el interior de las múltiples formas de polifonía, las más hermosas y más complejas.
Como ocurrió con la mayoría de obras anteriores a 1680, y aunque reconocida y apreciada por su arte sublime en toda la Europa de la época y también después de su muerte, la obra de Isaac se olvidó poco a poco en los estantes de las bibliotecas y los archivos musicales, y hubo que esperar más de cuatrocientos años para que renaciera de nuevo un interés por su música.
Durante todo el tiempo de preparación, estudio e interpretación junto con los solistas cantores de La Capella Reial de Catalunya y los músicos de Hespèrion XXI de todas estas magníficas obras corales de Isaac que hemos elegido, me pregunté a menudo por las causas de esa ausencia de conocimiento y reconocimiento de tan gran compositor. ¿Cómo era posible que una parte tan importante de la obra de semejante genio fuera aún tan poco conocida en el mundo musical en este siglo XXI? ¿Era por ignorancia o amnesia histórica? ¿O era consecuencia de la falta de interés de los intérpretes, las instituciones musicales o los programadores de conciertos?
Recordemos que en esa época se creía en el progreso en el arte de la música, puesto que se consideraba que cada nueva generación de compositores aportaba novedades que convertían en obsoletas las obras de los antiguos. No olvidemos que la música viva sólo existe de verdad en el momento en que una voz canta o un instrumento suena, por lo que en cuanto se dejaron de interpretar esas músicas, injustamente consideradas como menos modernas que las de los nuevos compositores, se fue perdiendo poco a poco el recuerdo y el rastro de su existencia. De ese modo, todas esas maravillosas composiciones se sumieron en el largo sueño del olvido hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX; la gran dificultad para acceder a las partituras originales y la ausencia de ediciones modernas fieles a las fuentes originales prolongaron todavía más esa amnesia.
Precisamente de esta cuestión nos habla el gran escritor y poeta Aldous Huxley en su muy expresivo ensayo Gesualdo: Variations on a Musical Theme, escrito hacia 1960. En él, cita a Isaac como uno de los grandes compositores injustamente olvidados y nos recuerda las causas circunstanciales de ese injusto olvido que, según él, es producto de la trágica pérdida de memoria de la conciencia musical europea, una amnesia que ha perdurado hasta el final de la segunda guerra mundial. Todavía en la década de 1950 estaba por descubrir, oculto bajo las sucesivas capas culturales acumuladas por la modernidad, el repertorio musical anterior a Monteverdi. ¡Recordemos que las Vísperas de la Virgen, una de las grandes obras maestras compuestas por Monteverdi en 1610, no fue interpretada en los tiempos modernos hasta 1935!
El origen y las consecuencias de este lamentable malentendido deben buscarse en el gran conmoción cultural que tuvo lugar a principios del siglo XV. Nos encontramos en la época que más tarde se llamará el Renacimiento en referencia a ese nuevo florecer de unas artes que renacieron con renovada fuerza, influidas e inspiradas por el descubrimiento de los tesoros artísticos de la fabulosa civilización griega (unos tesoros que se convirtieron entonces en modelos que inspiraron y marcaron un fabuloso cambio estético totalmente nuevo). Lo que ocurre es casi banal: las artes que «renacieron» –inspiradas por las creaciones artísticas antiguas que no dejaron de ser accesibles– fueron las artes «tangibles», es decir, las que los artistas de ese siglo XV pudieron «ver», «tocar» o «leer». Evidentemente, la música, que es la más espiritual de todas las artes y por lo tanto de naturaleza «intangible», no se vio afectada por ese renacimiento, puesto que los compositores de la época no pudieron inspirarse en las músicas de la antigua Grecia. En efecto, por desgracia nadie podía «escuchar» ni tampoco «leer» un patrimonio antiguo conservado dos mil años antes por transmisión oral y del cual no quedaba nada tangible. Aparte de los numerosos textos filosóficos acerca de la importancia de la música en la educación y la vida, no nos ha llegado ningún rastro escrito que ofrezca alguna prueba de la vida musical real de los antiguos griegos. Sin informaciones tangibles, a los músicos del siglo XV les resultó imposible reconstruir y siquiera imaginar el equivalente musical de los grandes relatos épicos y dramáticos como los de la Ilíada de Homero.
La existencia de una perfección tan consumada y con una antigüedad de más de dos mil años resulta evidente en todas las demás artes y demuestra que no hay progreso en arte; lo único que hay son creaciones sublimes trascendentes, pero que llevan siempre la marca de su tiempo. Por desgracia, los músicos de entonces, no habiendo encontrado ninguna huella ni prueba del genio musical de los antiguos griegos, siguieron hasta bien entrado el siglo XIX, como afirmó todavía en 1806 Stendhal en su Vidas de Haydn, Mozart y Metastasio, confundiendo la evolución del lenguaje y el estilo musical con la noción de progreso.
Fue finalmente cien años más tarde, iniciado ya el siglo XX, cuando se empezó a tomar conciencia de la importancia de la obra de Isaac. Entonces un joven estudiante de 19 años llamado Anton Weber presentó en 1902, en el marco de sus estudios de musicología en la Universidad de Viena bajo la dirección de Guido Adler, una tesis sobre la edición de la segunda parte de los oficios del Choralis Constantinus de dicho compositor. Ese profundo interés por la música del Renacimiento y en particular por la de Isaac tuvo más tarde una gran influencia sobre su técnica compositiva y durante sus estudios con Arnold Schönberg que concluyeron en 1908 con la publicación de su Passacaglia, Op. 1. Junto con Alban Berg, otro discípulo de Schönberg, se convirtió en uno de los grandes compositores de la escuela dodecafónica y serial. Justamente en el prólogo de esa edición del Choralis Constantinus llama nuestra atención sobre la importancia de ese compositor de finales del siglo XV y nos explica maravillado lo que admira en el arte de la composición de Isaac.
El programa de nuestro disco se ha concebido como un auténtico «homenaje musical» capaz de mostrarnos en el breve espacio de una grabación la gran riqueza y la diversidad creativa de ese importante compositor del Renacimiento. Al mismo tiempo, proponemos una evocación resumida y cronológica de algunos acontecimientos clave en la vida de ese gran maestro, así como los principales momentos históricos para los cuales se compuso o interpretó su música; como es el caso de A la battaglia, que ilustra la batalla entre Génova y Florencia por el castillo de Sarzanello, o Quis dabit capiti meo aquam, estremecedor lamento compuesto con ocasión de la muerte de Lorenzo de Médici.
Iniciamos nuestro viaje musical a partir del nacimiento de Isaac, lo cual nos obliga a proponer algunas excepciones a esa relación cronológico-musical. Y decidimos ilustrar los primeros años de su vida con algunas de sus composiciones más hermosas (creadas mucho más tarde): la pieza instrumental Palle, palle, que evoca la fanfarria de los Médicis y que nos sirve para introducir el programa del disco; el motete Parce, Domine por la muerte de Cosme de Médici en 1464; y el motete Sustinuimus pacem, que sigue y nos permite celebrar simbólicamente la firma del tratado de Picquigny, que concluyó en 1475 la guerra de los Cien Años entre Luis XI de Francia y Eduardo IV de Inglaterra.
La hermosísima canción Innsbruck, ich muß dich lassen nos sirve para ilustrar su partida de Innsbruck (1484?), aun cuando las fuentes de su descubrimiento sean más tardías, La canción del carnaval florentino Hora e di maggio nos permite evocar su llegada a Florencia (1485) y su posterior matrimonio. El gran motete Sancti spiritus assit nobis gratia, compuesto en honor de Maximiliano I al inicio de reunión de la dieta imperial en Constanza, es elegido para evocar las celebraciones realizadas con ocasión de su sucesión –tras la muerte del emperador Federico III– como nuevo emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1493.
El motete a 6 voces Angeli, Archangeli nos recuerda la excepcional «paz perpetua» entre todas las naciones del Sacro Imperio ordenada por la dieta imperial de Worms en 1495. La canzona instrumental La mi la sol recupera el recuerdo de su estancia en Ferrara hacia 1502 (La mi la sol eran las notas musicales del motivo del duque de Ferrara). Y qué mejor que escuchar el impresionante motete Optime divino / Da pacem / Sacerdos et pontifex (1514) –que menciona en el texto a Juan de Médici como el papa León X– para hacerse una idea de la solemnidad que pudo acompañar su coronación celebrada en 1513, ceremonia a la cual Isaac asistió como invitado de honor de los Médicis. Otro momento muy emotivo es la evocación musical sobre la muerte de Isaac, que tuvo lugar el 26 de marzo de 1517, con la interpretación del coral Circumdederunt me gemitus mortis, una de las plegarias fúnebres más conmovedoras de su ciclo Choralis Constantinus. Seis meses más tarde, el 31 de octubre, Lutero dio a conocer sus tesis contra Roma, lo que supuso el nacimiento de lo que sería más tarde la Iglesia protestante luterana, recordada aquí con el texto espiritual O Welt, ich muß dich lassen, adaptado sobre la música de la canción Innsbruck, ich muß dich lassen, un típico contrafactum que no tardó en gozar de gran predicamento como canto protestante. Y por último llegamos a la conclusión aludiendo a las celebraciones en torno a la coronación de Carlos V, el nuevo emperador de Sacro Imperio Romano Germánico, que tuvieron lugar primero en Aquisgrán en 1520 como rey de los romanos y después en 1530 en Bolonia, donde fue coronado emperador del Sacro Imperio por el papa Clemente VII. Para ello, escucharemos el contrafactum de uno de sus motetes más hermosos, Virgo prudentissima (compuesto para la dieta imperial de Constanza, 1507, y cuyo texto celebra a Maximiliano I como emperador del Sacro Imperio Romano), adaptado sobre el nuevo texto Christus, filius Dei, de autor anónimo (posterior a 1520), y donde el texto original que mencionaba a Maximiliano como Cæsare Maximiliano es sustituido por Carolo Cæsare romano, en referencia a Carlos V como emperador romano.
Dada la notable majestuosidad formal y la rica complejidad polifónica de ciertos motetes elegidos (Angeli, Archangeli a 6, Imperii proceres Romani, Christus, filius Dei, etcétera) y las ocasiones con frecuencia excepcionales en las que se ejecutaron sus obras (coronaciones de emperadores, dietas imperiales, etcétera), hemos optado por la utilización de un efectivo bastante importante: conjunto vocal de 8 cantores solistas y 6 de ripieno completado por un conjunto instrumental de 13 instrumentos (con 6 vientos, 4 violas de gamba, órgano, laúd y percusión), lo que nos permite interpretar ciertos motetes con el añadido (en el cantus firmus o en los momentos tutti más solemnes) de los colores instrumentales apropiados y al mismo tiempo ejecutar algunas de sus composiciones instrumentales más importantes, como A la battaglia, la fanfarria de los Médicis Palle, palle o el motete/canzona instrumental La mi la sol.
Este concierto en homenaje a Henricus Isaac se dio por primera vez en las Reales Atarazanas de Barcelona el 22 de diciembre del 2016, en el marco del ciclo El so original de la temporada de música antigua del Auditorio de dicha ciudad, y la grabación se realizó al día siguiente de nuestro concierto con un compromiso excepcional tanto artístico como humano por parte de todos los cantantes y músicos participantes en el proyecto.
Quisiera aprovechar este espacio para transmitirles mi profunda gratitud y mis agradecimientos más calurosos, a ellos y también al musicólogo Stefan Gasch, por su magnífico comentario sobre Henricus Isaac, sus reflexiones críticas y complementarias acerca del proyecto y su colaboración esencial en relación con las fuentes y las referencias históricas referentes a la obra de Isaac y los correspondientes acontecimientos históricos.
Desearía concluir esta presentación con un último comentario de Anton Webern en el cual expresa su gran admiración por las cualidades profundas de la obra de nuestro compositor, admiración que todos los participantes y yo mismo compartimos plenamente: «Resulta maravilloso el modo en que Heinrich Isaac interioriza el espíritu del coral con una gran profundidad de sentimientos y haciéndolo suyo de tal manera que en el conjunto de la obra del maestro no resulta algo extraño, sino que parece fundirse con ella en una unión suprema, un magnífico testimonio de la grandeza de su arte».
JORDI SAVALL
Oslo, 19 marzo 2017
Traducción: Juan Gabriel López Guix
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