CLAUDIO MONTEVERDI Vespro della Beata Vergine, 1610
Jordi Savall
Alia Vox Heritage
21,99€
Referència: AVSA9855
- Jordi Savall
- La Capella Reial
- Coro del Centro Musica Antica di Padova
Durante el Renacimiento y el siglo XVII, los acontecimientos sociales y religiosos se hallaban íntimamente relacionados. La confluencia de distintas corrientes espirituales y humanísticas, y sobre todo las rivalidades entre los poderes laico y eclesiástico, entre ciudades e incluso entre países, alimentaron una creciente necesidad de fastuosidad y manifestaciones artísticas. Este contexto es el que enmarca el estreno de las Vísperas, el 25 de marzo de 1610, en la basílica de Santa Bárbara, con ocasión de la fiesta de la Anunciación y en honor de las hijas de Francesco Gonzaga. Y es a principios de ese mismo año cuando Monteverdi compone su Misa a cappella “In illo tempore”, publicada contemporáneamente a las Vísperas.A casi cuatro siglos de su creación, esta obra no ha perdido ni un ápice de su fuerza expresiva ni de su excepcional intensidad. Sigue siendo, además, la prueba incuestionable del genio de Monteverdi, que supo, más que cualquier otro compositor de su tiempo, hacer buen uso de las corrientes artísticas surgidas alrededor de 1600, y que convirtieron aquella época en un momento crucial para la evolución del lenguaje musical, gracias a la mezcla de estilos (antico y moderno), a una voluntad de experimentación y de investigación en torno a nuevos efectos de expresión y carácter (stile rappresentativo, stile concertato, madrigali guerrieri e amorosi, arie spirituali, ecc…), al arte del “cantar con la garganta” que deriva directamente (madrigali passeggiati e diminuiti) del descubrimiento del “recitar cantando” (Nuove Musiche de G. Caccini). A todo ello hay que añadir la evolución de la música polifónica, con nuevas experiencias ligadas a los espacios y a la expresión, lo que provocará una progresiva liberación de la armonía, permitiendo una combinación de las técnicas modal, tonal y cromática que pocas otras veces ha sido tan fructífera.Para nosotros, intérpretes del siglo XX, todo esto nos proporciona una enorme cantidad de datos y de información que es preciso conocer e interpretar, para que volvamos a un acto de creación respetuoso con elementos objetivos tales como el texto, la notación, la orquestación, etc… Somos conscientes, por otra parte, de que también existen una gran cantidad de aspectos sujetivos que desempeñan un papel importante: la declamación del texto, la articulación de los instrumentos, la dinámica, el tempo, la interpretación de los “passaggi”, o la ornamentación cadencial (el stile concertato, habitualmente interpretado sin ninguna flexibilidad). En el momento en que se descubre la fuerza expresiva de las palabras en el ámbito poético y musical, ya no es posible ignorar estos efectos retóricos y de declamación, incluso en las obras cuyo texto está en latín. Convirtiendo él mismo el Lamento d’Arianna en Pianto della Madonna, Monteverdi diferencia profundamente el contenido y el significado del texto, pero dejando inmutable la retórica y la declamación propias de su tiempo. Aunque estamos convencidos de que las Vísperas fueron concebidos como una obra concertante, como un acto de devoción inspirado en el rito mariano, nos ha parecido interesante poder disponer de las antífonas propias de la liturgia mariana de la basílica palatina de Santa Bárbara, hasta el punto de incluirlas en la presente versión. En lo que respecta al diapasón, lo hemos mantenido a 440 Hz, dado que las distintas líneas de investigación no parecen encontrar una solución plenamente satisfactoria: ¿por qué bajar de un cuarto de tono el Magnificat, que reclama el máximo esplendor y la mayor fastuosidad sonora, si se sabe que los diapasones de esa época eran seguramente mucho más altos –probablemente un tono o incluso una tercera menor– y variaban según el lugar? Si así fuera, en el caso de transposición una cuarta inferior (según parecería sugerir el uso de ciertas claves en la partitura) el diapasón real sería como mucho un tono por debajo de lo escrito. Es preciso, por tanto, realizar una síntesis de todos estos elementos, si se quiere devolver a esta música la vida, la libertad y la expresión que merece. JORDI SAVALL, 1988
Tras una última gira de conciertos con el VESPRO DELLA BEATA VERGINE de Claudio Monteverdi, llegamos a Mantua en los primeros días muy fríos y húmedos de un noviembre casi invernal con la intención de grabar la pieza en la misma basílica palatina de Santa Bárbara en que probablemente se interpretaron por primera vez en época de Monteverdi.La idea de la grabación había tomado forma varios años antes con las actividades de preparación, estudio y experimentación en torno de esa obra de Monteverdi realizadas en el marco de la investigación interpretativa desarrollada en la SCHOLA CANTORUM BASILIENSIS, a las que siguieron más adelante diversas series de conciertos en Suiza, Francia, España e Italia (Basilea, Zúrich, Colmar, Barcelona, León, Lisboa, Ambronay, etc.). Nos encontrábamos a finales de 1988, HESPÈRION XX (fundado en 1974 por Montserrat Figueras, Hopkinson Smith, Lorenzo Alpert y yo mismo) estaba compuesto entonces por una pléyade de músicos jóvenes y muy talentosos (1) con los cuales llevamos a cabo un trabajo de investigación riguroso sobre la interpretación y recuperación del patrimonio musical. Además, desde hacía unos años, un magnífico grupo de cantantes solistas de orígenes muy diversos, como Montserrat Figueras, María Cristina Kiehr, Guy de Mey, Gian Paolo Fagotto, Gerd Turk, Daniele Carnovich, etc., colaboraba en ese trabajo de investigación que desembocó en la creación de esta grabación. (En torno a algunos de esos solistas y músicos se desarrollaría LA CAPELLA REIAL, convertida más tarde en LA CAPELLA REIAL DE CATALUNYA). Al mismo tiempo el CORO DEL CENTRO MUSICA ANTICA DI PADOVA, preparado por su jefe de coro Livio Picotti, y la SCHOLA GRÉGORIENNE preparada por Josep Cabré, se nos unieron también al proyecto. Compartiendo unas voces y una sensibilidad muy “latinas”, nos lanzamos en pos de un ideal de canto donde la declamación de un texto y la pureza del sonido se vuelven indisociables de una interpretación siempre cálida y profundamente espiritual. Estábamos convencidos junto con Michel Bernstein, –con quien colaborábamos en numerosas grabaciones desde 1976– de que la idea de ir a buscar el espacio sonoro en el lugar en que el propio Monteverdi había podido hacer interpretar esa pieza resultaba esencial para nuestro proyecto. Era para todos nosotros una forma de peregrinación a los orígenes, convencidos como estábamos de que era posible llevar a cabo una verdadera interacción entre la acústica y la magia sonora de un espacio original y la voluntad de recobrar la atmósfera ideal para el florecimiento espiritual y musical de esa obra magnífica y a la vez rica en ambientes diversos y contrastados.Enseguida, al entrar en el espacio central de la basílica, comprendí la estrecha relación existente entre ese lugar y la obra misma. El espacio imponente construido para celebrar, con toda la magnificencia y cierta teatralidad, la diversidad de los diferentes momentos de la liturgia cristiana, se correspondía plenamente con la gran riqueza y variedad de las formas musicales y los conjuntos utilizados por Monteverdi a lo largo de sus Vísperas. Por desgracia, durante los días de grabación tuvimos un tiempo muy invernal, con un frío húmedo que se nos calaba insidiosamente hasta los huesos y contra el cual nada podían hacer las diversas estufas instaladas a nuestro alrededor. Sin embargo, la belleza excepcional de la acústica, puesta en evidencia por las interpretaciones resultantes y, sobre todo, la gran capacidad de compromiso y sacrificio de todos los cantantes y músicos (la grabación terminaba a menudo hacia las cuatro o las cinco de la madrugada, salvo el último día, en que terminó a las siete y media de la mañana), hicieron posibles esos momentos verdaderamente únicos. Esa conjunción humana, artística y espiritual fue inmortalizada “digitalmente” gracias a dos micrófonos (omnidireccionales Brüel y Kjaer, tipo 4009) y el arte en la toma de sonido de Maria y Michel Bernstein, ayudados por Pedro Memelsdorff. Consiguieron captar con una naturalidad sorprendente toda la belleza y todos los contrastes de esa obra magistral, desde una voz solista acompañada por un bajo continuo (arpa, órgano y viola de gamba) como el Concerto “Nigra sum” hasta conjuntos con doble coro, compuestos por 60 cantantes y músicos, como el Salmo “Nisi Dominus” o el “Magnificat”. Esos momentos milagrosos en los cuales, a pesar del cansancio y el frío intensos, el poder de la música vivida intensamente nos transportó a una dimensión mística y casi sobrenatural, siguen del todo perceptibles en esta nueva remasterización, que realza aún más toda la riqueza de esa grabación.JORDI SAVALLBucarest 14 septiembre 2007Traducción: Juan Gabriel López Guix(1) Rinaldo Alessandrini, Jean-Pierre Canihac, Adrián Chamorro, Bruce Dickey, Lorenz Duftschmid, Daniel Lassalle, Andrew Lawrence-King, Rolf Lislevand, Pedro Memelsdorff, Marco Mencoboni, Enrico Onofri, Paolo Pandolfo, etc.
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