PEIWOH
Arianna Savall
15,99€
Hace mucho tiempo nació en Oriente el arpa: un arco, cinco cuerdas y unas manos que la abrazaban… Persia, Egipto, Grecia, la cultura celta y el mundo asiático son su cuna. El cuento taoísta Peiwoh nos narra el misterio del arte como un proceso mágico en el que se nos explica que, ya en tiempos remotos, la creación artística se vivía como un acto sagrado. En esa metáfora del arpa, vemos que cada uno de nosotros puede transformarse en un árbol para convertirse en un arpa, para ser un instrumento y dejar que la música llene nuestro cuerpo y nuestra alma. En la filosofía zen, la sensación de vacío resulta fundamental para poder llenarnos de nuevo de las cosas de la vida; para inspirar aire nuevo tenemos que espirar todo el aire almacenado; y, vaciándonos así, como hace el arpista Peiwoh, podemos llenarnos de aire nuevo, de una música que fluirá a través de nuestro cuerpo como si fuésemos las cuerdas del arpa y vibrásemos con el dulce aliento de una brisa, transformándonos en un arpa eólica, el arpa del viento.
Peiwoh es una inspiración de diversas tradiciones que me han ayudado a crear y dar voz a mi mundo musical; y una de las fuentes de la que más he bebido es la música antigua y el arte de la improvisación: unas fuentes infinitas. Desde que empecé a hacer canciones, la idea de apoyarme en el arpa triple me pareció cada vez más evidente; me fascinó la profundidad y la sutileza del arpa barroca italiana. Su envolvente sonoridad es muy variada y resulta diferente de todas las demás arpas, ya que –a pesar de pertenecer a la época barroca– posee unas posibilidades cromáticas y sonoras muy modernas y ricas que se adaptan perfectamente al espíritu de mis canciones y acaricia con suavidad la voz sin llegar a ocultarla nunca. Hay también momentos en los que escuchamos una pequeña arpa gótica, de sonoridades cálidas, lejanas pero también directas; y la más antigua es un arpa celta de sonidos mágicos y ancestrales. Agradezco a Rainer Thurau y Franz Reschenhofer su gran capacidad creativa, que me ha ofrecido la posibilidad de compartir y crear nuevos caminos y experiencias con esos maravillosos instrumentos. Otra de las fuentes que me han inspirado intensamente es la música tradicional, tan cercana a la música antigua. Y tampoco puedo olvidar el largo aprendizaje del mundo clásico y romántico que forma parte de mis primeros años de estudio.
En Peiwoh aparecen diversas lenguas, colores y sonidos diversos que oí de pequeña, cuando vivía en Suiza, en casa con mis padres, con amigos y músicos, y en cada una de ellas se expresa y se identifica una parte diferente de mí misma. Cada lengua tiene su ritmo, su melodía, que se modula de una forma diferente y que determina y proporciona inspiración al carácter y al estilo de la canción. La poesía es una de las bases esenciales de este camino musical. Gracias, David Escamilla, por descubrirme tu poesía y la leyenda de Peiwoh en el Jardí de silencis.
Peiwoh nos conduce a un proceso de maduración que a veces ha sido doloroso y dramático: la vida alberga en sí misma “muertes pequeñas”, como canto en el poema de Lorca, Canción de la muerte pequeña. Juan Ramón Jiménez nos explica en su breve pero intenso poema Corazón: muere o canta que la música y la vida conquistan el miedo, dan valor para seguir caminando, como si el hecho de sentir la muerte cerca nos hiciera más conscientes de la vida y de sus infinitas posibilidades. Y de lejos nos llegan ecos de una “música callada”, de una música casi imperceptible que en una noche profunda se funde con la naturaleza, y entonces la música abraza al silencio, y se aman como dos amantes.
La instrumentación que utilizo en Peiwoh se basa en tres elementos importantes que entran en diálogo y aportan colores y atmósferas diferentes. Un elemento fundamental y esencial en la cultura mediterránea es el ritmo. La percusión ha sido, desde siempre, una parte inseparable de la música y la poesía; y, como con el arpa, la combinación entre estos dos instrumentos, opuestos pero compañeros inseparables, viene de muy lejos. Doy las gracias a Pedro y David por ser creadores maravillosos de atmósferas y paisajes que nos hacen soñar. Y también a Manuel Mohino por haber sabido captar esas atmósferas y esos paisajes, ritmos y melodías, sonidos y silencios, con tanta naturalidad y belleza.
Otro elementos son las cuerdas pulsadas y frotadas. Hay diversas guitarras, la mayoría de cuerdas metálicas, como la guitarra acústica y el santur (un salterio persa), que se funden con el sonido del arpa creando un tapiz sonoro hermoso y rico en armónicos. El hardingfele es un violín tradicional noruego de origen muy antiguo, con cuerdas simpáticas y que percibo como otra voz, una voz casi humana que flota sutilmente entre el arpa y el canto. El contrabajo nos da con su ritmo un contrapunto al arpa y aporta una profundidad vibrante y expresiva. Gracias, Javier, Dimitri, Mario, Petter y Bjørn, por vuestra entrega y creatividad infinita.
El último elemento, el más etéreo de todos, es la voz. Desde los inicios de la música, voz y arpa han estado juntas y han recorrido un largo camino, por épocas diferentes y estilos muy diversos… Son dos cosas casi inseparables, como cuerpo y alma, y su acompañarse implica otra manera de cantar, más intimista quizá, más cercana al instrumento y las palabras. Las voces de Petter y Ferran son muy diferentes, pero cuando cantamos los tres juntos, en Preghiera y Naonunai, se crea armonía, complicidad y emociones intensas fruto de vivencias compartidas. Gracias, Petter y Ferran, por vuestra ternura y belleza.
ARIANNA SAVALL
Bellaterra, 8 de marzo del 2009
Traducción: Juan Gabriel Lopez Guix
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