SIEUR DE SAINTE-COLOMBE Concerts à deux violes esgales
Jordi Savall
Alia Vox Heritage
15,99€
Referencia: AVSA9885
- Wieland Kuijken
- Jordi Savall
No sabíamos nada o casi nada del señor de Sainte-Colombe, ni siquiera su nombre de pila; y el misterio de su persona duplicaba el que se desprende de los Concerts à deux Violes, que son los únicos que nos han llegado. Los violistas sabían que era el inventor de esa séptima cuerda añadida en Francia al instrumento. Se había deducido que tenía dos hijas del hecho de que daba conciertos con ellas. Y Titon du Tillet había contado la divertida historia de Marin Marais acudiendo a escuchar a su maestro en secreto, escondido bajo la cabaña de una morera donde éste tocaba «más tranquilamente y más placenteramente la viola».
LA DOBLE VIDA DEL SEÑOR DE SAINTE-COLOMBE
No sabíamos nada o casi nada del señor de Sainte-Colombe, ni siquiera su nombre de pila; y el misterio de su persona duplicaba el que se desprende de los Concerts à deux Violes, que son los únicos que nos han llegado. Los violistas sabían que era el inventor de esa séptima cuerda añadida en Francia al instrumento. Se había deducido que tenía dos hijas del hecho de que daba conciertos con ellas. Y Titon du Tillet había contado la divertida historia de Marin Marais acudiendo a escuchar a su maestro en secreto, escondido bajo la cabaña de una morera donde éste tocaba «más tranquilamente y más placenteramente la viola». Eso era todo. Y sobre esta mezcla de ignorancia y anécdotas pintorescas, una música extraña, un poco lejana y distante, grave y erudita, no relacionada con ningún género conocido, imposible de vincular con una escuela particular ni con un tipo de escritura definido, arrojada en medio de la historia de la música. Entonces aparecieron un hacedor de palabras y un hacedor de imágenes: una novela y una película darían de golpe un rostro al señor de Sainte-Colombe y a sus hijas, constuirían la cabaña y la llenarían «placenteramente» de música. El señor de Sainte-Colombe se convirtió en alguien y lo más asombroso es que su persona no surgía tanto de los dos pequeños hechos anedócticos conocidos (las hijas, la cabaña) como de su propia música. Su gravedad se convirtió en la soledad distante y brusca de un hombre replegado en sí mismo y plenamente ocupado todo en transformar en sonidos la nostalgia, lo irremediable y los deseos insatisfechos. Era una biografía surgida de la música: Les Regrets, Les Pleurs, La Rêveuse habían engendrado una tragedia, imágenes y palabras nacidos de la música sin palabras.
Como una cosa lleva a la otra, he aquí que ahora la biografía imaginaria deja sitio a otras vidas que se superponen a la primera. Hubo de entrada lo que resultó ser una pista falsa. La publicada en Le Monde en enero de 1992 por el musicólogo Pierre Guillot, que nos informaba de que el señor de Sainte-Colombe había existido de verdad, que no tenía ese nombre, sino que se llamaba Augustin Dautrecourt, que vivió en Lyon y no en el valle del Bièvre, que enseñó música a las señoritas de la Charité (en Lyon), como un Vivaldi en las orillas del Saona, y que empleó el pseudónimo de Sainte-Colombe. Parece ser que las fuentes consultadas por Guillot no eran muy fiables y esa identificación no tardó en ser desmentida… Finalmente, unas investigaciones más recientes han permitido descubrir una tercera hipótesis que hace pensar que se llamaba Jean, si bien en todas las fuentes musicales se lo designa sólo como Sieur de Sainte-Colombe o también como Mr. de Sainte-Colombe padre, porque se le conoce un hijo llamado Mr. de Sainte-Colombe hijo (c. 1660-1720), también violista y compositor, de cuyas obras se ha encontrado el rastro en una recopilación manuscrita perteneciente a la biblioteca de Durham en el Reino Unido. Lo más sorprendente es que todo esto no cambia nada. No sólo el Sainte-Colombe imaginario que conocíamos antes de ir al cine no se vio mermado por el que inventaron Pascal Quignard y Alain Corneau, sino que tampoco nos perturba demasiado aprender que ese nuevo personaje no era auténtico. Todas esas imágenes coexisten sin dificultad; la música es lo único que cuenta.
En definitiva, nos damos cuenta de que el señor de Sainte-Colombe no sólo dio a la viola francesa esa séptima cuerda que la hizo original, sino también su espíritu. Fue el primero en presentir y traducir en música lo que constituye la especificidad de la viola. Esa marca se impuso a todos cuantos vinieron después de él en Francia. Lo que caracteriza la música francesa para la viola hasta su desaparición deplorada por Hubert Le Blanc no es sólo su técnica particular, el uso de la polifonía, los trastes, la forma del puente, la séptima cuerda…, sino también ese carácter elegíaco, crepuscular, nocturno (en el sentido en que Fauré entiende la palabra), esa música en claroscuro. La música francesa para viola conservará siempre esa gravedad, esa interioridad, ese secreto que el Couperin de La Pompe Funèbre, el Marin Marais de las Voix Humaines no desmentirán nunca. Aun cuando Forqueray, altanero y violento, la lleve al virtuosismo y el esplendor, aun cuando Caix d’Hervelois le dé una tonalidad más ligera y amable, siempre quedará en la voz de la viola a la francesa algo de interior, de silencioso, que proviene, no cabe dudarlo, del señor de Sainte-Colombe.
PHILIPPE BEAUSSANT
Traducción: Juan Gabriel López Guix
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